Situado en la localidad homónima, en un promontorio rocoso en la ladera del Puchilibro, a 1.070 metros de altura, en la sierra de Loarre a la entrada de los Pirineos y dominando la gran llanura de la Hoya de Huesca y de las tierras situadas al sur de Huesca, es un magnífico ejemplo de arte civil románico. El haberse encontrado en las cercanías del Castillo de Loarre unas monedas romanas ha dado base para pensar que éste se construyó sobre el asentamiento romano conocido por "Calagurris Fibularia". El primitivo recinto fue construido en tiempos de Sancho III el Mayor, su posición le servía como base para controlar y hostigar a los musulmanes de Bolea y Ayerbe, sirviendo de avanzadilla fronteriza. De esta época datan el edificio real, la capilla, el torreón de la Reina, el patio de armas, las estancias militares y de servicio y la torre del homenaje, que en ese momento era una torre exenta o albarrana. Un tiempo más tarde el rey Sancho Ramírez lo amplia y lo adapta para que sirva también como sede monacal, en esta época por tanto, señores, caballeros y soldados conviven en el mismo recinto, al amparo del castillo pero en espacios, separados con monjes canónigos de San Agustín. Se construye la cripta y a continuación la fantástica iglesia de San Pedro, más algunas defensas.
La muralla se levanta en el siglo XIII. Con el hijo de Sancho Ramírez, Pedro I de Aragón, Loarre pierde el carácter monacal y cuando a los musulmanes se les puso en retroceso echándoles de la zona el castillo de Loarre pierde su carácter militar y queda en manos de señores y nobles, perdiendo relevancia e influencia. Luego fue encomienda de la Orden de San Juan. En el siglo XVI los habitantes del castillo se trasladan a la actual villa de Loarre, llamada entonces "El Burgo de San Esteban". Las piedras de los muros del castillo sirvieron de cantera en la construcción de sus nuevas casas, a esta nueva ubicación se traslada también la iglesia, quedando el castillo completamente abandonado. Desde principios del siglo XX, el castillo de Loarre es Monumento Nacional, en la actualidad está considerado como Bien de Interés Cultural y Patrimonio Cultural Aragonés.
En la visita al castillo de Loarre, que se inicia en sentido inverso a su historia, lo primero que se ve es lo más nuevo en el tiempo, la muralla, con sus torreones semicirculares. La entrada principal es a través de un gran arco flanqueado por dos torres; el patio de armas y la fachada principal del castillo dan la bienvenida al visitante. Traspasada la puerta, una gran escalera de acceso al castillo nos adentra en él pasando por debajo de la iglesia de San Pedro, que tiene 101 capiteles, de ellos uno está sujetando el ara del altar.
En la escalera hay sendos accesos, por el de la izquierda a las estancias del cuerpo de guardia y el de la derecha es la cripta de Santa Quintería. Continuando, las dependencias de la comunidad monacal y llegamos al primitivo recinto lombardo donde se puede admirar la torre de la Reina y la capilla del castillo lombardo que está bajo la advocación de Nuestra Señora de Valverde. La torre del homenaje es una de las torres militares mejor conservadas del siglo XI, tiene 22 metros de altura destacando por encima de todas las estructuras del castillo. Al hallarse, en el primitivo castillo, fuera del recinto se pasaba de un sitio al otro a través de un puente levadizo que nacía en su tercer piso. Loarre es el castillo aragonés por excelencia y tiene fama de ser el castillo románico mejor conservado del mundo. Él y su entorno transportan fácilmente al visitante a las épocas medievales, ayudado sin duda por su buen estado de conservación, sin olvidar que también han puesto su granito de arena para ello las imágenes cinematográficas en él rodadas.
Según algunos historiadores Loarre pudo ser la Calagurris Fibulariensis, cuyos habitantes ofrecieron a Julio César su apoyo, con hombres y comida, en su lucha contra los pompeyanos del general Afranio, que al final fueron vencidos en la batalla de Lérida en el año 49 antes de Cristo. Se dice también que esta Calagurris Fibulariensis, que no hay que confundir con la Calagurris Nassica, que es la actual Calahorra riojana, era la residencia del obispo Jenaro que, con el título de Fibularia, asistió al concilio de Elvira en los primeros años del siglo IV.
Hoy en día en la iglesia de San Esteban, en el pueblo de Loarre, se guarda un verdadero tesoro del castillo. Son dos bellas tallas románicas, una de la Virgen de Loarre y la otra de San Pedro, titular de su iglesia más principal y dos arquetas de chapa de cobre sobredorada de finales del XI con las reliquias de San Demetrio.
Cuenta la leyenda que el rey visigodo Don Rodrigo se enamoró de la bella hija del conde Don Julián y solicitó verla, entonces el conde, presto a satisfacer los deseos del rey, la envió al castillo sin sospechar que éste la acabaría violando. Ante este infame hecho y en venganza por ello el conde facilitó la entrada de los musulmanes a España. El conde murió preso y sujeto de fuertes cadenas en el castillo de Loarre y fue enterrado a la entrada de la iglesia para que todo el mundo pisoteara su tumba, por traidor. Y sigue contando la leyenda que todos los martes la doncella de Loarre, que no es otra que la triste hija del conde, se pasea a media noche por entre las almenas. Siglos más tarde, se cuenta, varios hombres que estaban excavando en el castillo en busca de tesoros...? hallaron en una tumba los huesos de un cadáver, una espada y un pergamino, que nadie pudo leer pues se convirtió en polvo.
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Para llegar hasta el Castillo de Loarre tenemos que seguir la carretera A-1206 que une las localidades de Bolea, Ayerbe y Esquedas, estas dos últimas en plena A-132 carretera que comunica Huesca con Puente la Reina de Jaca y Pamplona.
Poco después de pasar por la localidad de Loarre, según llegamos desde Ayerbe, o justo antes de llegar hasta Loarre si lo hacemos desde Bolea, encontraremos el desvío que debemos seguir. Una zigzagueante carretea que asciende hasta el castillo, en cuyos alrededores dispondremos de varias zonas de aparcamientos donde poder dejar nuestro vehículo y acceder andando hasta la entrada de la fortificación.
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